Cuento

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Los sueños de Aron y el león de Judá: Una obra para leer con el alma

Un libro no termina cuando se cierra, continúa latiendo en quien lo ha leído “Aquel día creí que el arte se había ido conmigo, pero aún vive en mí.”  la infancia como umbral de lo sagrado “Los Sueños de Aron y el León de Judá” es mucho más que un libro ilustrado. Es una obra que se sitúa en la frontera entre la literatura simbólica, la poesía visual y la espiritualidad narrativa. A través de los ojos de Aron —un niño de siete años inspirado en el propio sobrino del autor—, el lector es invitado a realizar un viaje introspectivo, donde los elementos del entorno no son meramente decorativos, sino vehículos de significado profundo. El relato se construye desde la infancia, pero no se queda en la ingenuidad. Aron es curioso, expresivo y a veces temeroso, pero sobre todo es un niño que se atreve a soñar. Y es dentro de ese sueño donde ocurre toda la historia: un espacio onírico cargado de símbolos y revelaciones, que no busca respuestas cerradas, sino abrir puertas interiores. El mar como conciencia: testigo, espejo y guía El mar, presente desde el título y la estructura poética de la obra, no es un escenario pasivo. Funciona como símbolo de lo inconsciente, de lo profundo y lo misterioso. Es, a la vez, espejo del alma del niño y testigo silencioso de su transformación interior. Su mirada no juzga: simplemente observa y permite que el viaje ocurra. En la tradición simbólica, el mar representa lo inmenso, lo maternal, lo originario. Bajo su mirada, Aron no solo explora el mundo exterior, sino también sus emociones, sus dudas y sus miedos. Es en ese entorno líquido e inestable donde el personaje se encuentra consigo mismo. Un viaje simbólico hacia lo invisible A lo largo del relato, la aparición constante de las abejas añade una dimensión enigmática a la historia. Su función no es narrativa en el sentido clásico, sino profundamente simbólica. Se presentan como presencias activas, mensajeras de un lenguaje sagrado, que el lector debe interpretar a su manera. Las abejas, asociadas en muchas culturas con la sabiduría, la comunidad, la memoria y el alma, no tienen una única lectura. En esta obra, su vuelo parece invitar a la contemplación y al silencio atento. Son guía, pero también eco de algo más grande, algo que no se puede entender del todo con la mente, sino con la intuición. El León de Judá: símbolo de fuerza espiritual El León de Judá, figura central y guía silencioso del viaje de Aron, carga con un poderoso contenido simbólico. En la tradición bíblica y mística, representa poder, protección, realeza espiritual y despertar. Sin embargo, en este relato no ruge: habla. Esa voz del león no es imponente, sino serena. Acompaña a Aron sin imponerle caminos, despertando en él la necesidad de enfrentar sus temores y de encontrar una voz propia. Este personaje funciona como figura arquetípica de lo divino, lo trascendente, lo que guía sin esclavizar. Estética visual y narrativa: cuando imagen y texto son uno Una de las fortalezas de la obra es su coherencia estética. El autor, también encargado de las ilustraciones, crea un universo visual que no acompaña al texto, sino que lo amplía y lo complejiza. Las imágenes no ilustran lo obvio: abren nuevas capas de lectura, invitan a la pausa, al detalle, al silencio. Este libro se ubica lejos de las convenciones del relato infantil tradicional. Su ritmo es lento, contemplativo, poético. Cada página es una atmósfera, y cada ilustración puede leerse como un poema visual. Esto exige del lector una disposición especial: no leer para avanzar, sino leer para quedarse. Una obra para leer con el alma Los Sueños de Aron y el León de Judá es una obra que escapa de las categorías fáciles. No es solo literatura infantil, no es solo un libro ilustrado, no es solo una historia espiritual. Es todo eso y algo más: una invitación a detenerse, a volver a mirar el mundo desde la mirada sensible y desprotegida de un niño. En su aparente sencillez, la obra esconde una arquitectura simbólica rica y compleja. Su lectura despierta preguntas, intuiciones, resonancias. Como todo libro con alma, no termina cuando se cierra: continúa latiendo en quien lo ha leído. VÍCTOR RIVERO, nació en Barquisimeto en 1993; oriundo de Chivacoa, Estado Yaracuy Venezuela, este artista ha fusionado su formación en Administración con una profunda pasión por la música y las artes visuales. Su paso por el Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela y otras fundaciones musicales, sentó las bases de su carrera, es cantautor e instrumentista, su talento no se limita a la música. Es fundador de HUELLAS un movimiento artístico para niños y adolescentes, construyéndolo en diferentes espacios por casi 8 años dentro de su país de origen, ha demostrado un compromiso inquebrantable con todo lo que Dios ha entregado a su vida a través de diferentes expresiones de arte. Además, su faceta de diseñador e ilustrador nos revela una sensibilidad estética muy personal. En la actualidad, nos sorprende con su faceta literaria, presentando su más reciente libro y anticipando una nueva entrega que promete seguir cautivando a sus nuevos lectores infantiles.

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Contar para existir: la necesidad humana de narrar. Escritor Chileno Alejandro Morales publica su libro. Sus historias no comienzan con “Érase una vez”, sino con “Hubo una vez un niño…”

Los niños de nadie, una obra publicada por Editorial Tintapujo Alejandro Morales y Los niños de nadie: una narrativa chilena que cuenta ya no desde la distopía sino desde el reencantamiento del mundo y su memoria. un cuento siempre cuenta dos historias y la historia secreta es la clave de la forma del cuento en esta obra, la originalidad de esta propuesta en palabras de Borges y Cortázar, no cuenta una historia externa, sino que habla sobre la necesidad humana de narrar. Desde la oralidad y la oraliteratura hasta el cuento contemporáneo, que celebra el relato como una forma de conocimiento y de emoción. Quizá estemos ante una metanarrativa en la obra Los niños de nadie. En cada relato sutil y estremecedor, el autor nos conduce por el camino de lo simbólico de una transformación. Lo que al principio parece un cambio físico —una piel que deja de ser blanca para tornarse negra como el carbón— pronto se revela como una metamorfosis más profunda: la oscurecida del alma, el inicio de una herida invisible, el descenso delicado pero inexorable hacia una forma de sombra que nadie alrededor alcanza a ver. Aunque pueda parecer obvio, en el cuento La niña que comenzó a oscurecerse la luz y la oscuridad no son solo elementos visuales, sino estados emocionales, metáforas de una sensibilidad que se resquebraja lentamente. La protagonista, que alguna vez se regocijaba con el canto de los pájaros y los anuncios de primavera, comienza a perder esa conexión con la alegría natural del mundo. El texto nos habla —sin decirlo del todo— de los primeros encuentros con el dolor, con el amor en su forma más ambigua, con aquello que germina en el silencio, como una raíz negra bajo la tierra fértil. Desde una mirada literaria, este cuento se inscribe en una tradición de realismo poético y simbólico, donde los cambios externos reflejan conmociones internas. La transformación de la niña no es castigo ni enfermedad, sino símbolo: un lenguaje alternativo para hablar de la pérdida de la inocencia, de la experiencia emocional que marca la entrada en una nueva etapa vital. La negrura que la invade no es racial ni social; es existencial, íntima, y silenciosamente devastadora. En el estilo profundamente sugerente de la narración en Los niños de nadie, no hay estridencias; cada cuento está cargado de resonancias, es un ejemplo poderoso de cómo la literatura puede dar forma a lo que no se puede decir en voz alta. Es una advertencia suave, un susurro oscuro: hay cosas que crecen sin ruido, y no por ello dejan de doler. En Los niños de nadie, los límites entre lo real y lo imaginario se disuelven para dar paso a una narrativa en la que la función poética, el pensamiento mítico y el compromiso social se entrelazan con fuerza y originalidad. Con esta obra, el autor Alejandro Morales reafirma su lugar como una de las voces más provocadoras e imprescindibles de la literatura contemporánea. El autor chileno Alejandro Morales presenta su más reciente libro de narrativa, Los niños de nadie, una obra que se sitúa en la vanguardia del pensamiento literario contemporáneo al proponer una profunda reflexión sobre un contexto donde la historia se percibe al borde de su disolución, Morales articula una visión donde lo mítico, lo surreal convergen. Lejos de la nostalgia por un pasado perdido, su narrativa se proyecta hacia un decontrucción de ese gran inicio del cuento clásico: “Érase una vez”, evocando un vívido sentir no como realización concreta, sino como narrador presente, como fuerza en movimiento que dejó de ser un “no-lugar” para convertirse en un horizonte posible, en un proceso narrativo-histórico-social del que aún poco se atreven a contar. Los niños de nadie recoge esta visión y la encarna en una narrativa desde lo real maravilloso con lo concreto. La obra sugiere que la transformación del mundo, ya sea social, artística o existencial, no puede separarse de la imaginación radical, de esa capacidad de ver la literatura como un mero acto de embellecer, sino de contar lo que nadie quiere leer. Contar para existir: la necesidad humana de narrar. Escritor Chileno Alejandro Morales Publica su libro, sus historias no comienzan con “Érase una vez”, sino con “Hubo una vez un niño…” Alejandro Morales (chileno) Nací en Santiago de Chile un soleado miércoles de febrero en 1977. Ese día, dejé el vientre de mi madre, el cual fue mi primer hogar, y recibí por herencia el nombre de mi padre, más no el azul de sus ojos. Comencé a crear historias antes de aprender a leer y me entretenía con ellas en las horas de juego durante la infancia. Luego, me he movido en la poesía desde que tomé un lápiz para escribir.Muchas historias de antaño, sin embargo, no quedaron por escrito. La sed de aprender, debuscar, me llevó a conocer autores maravillosos, escribir durante la época escolar, participar dealgunos concursos y realizar el Diplomado de Escritura Creativa en la UDP hace dos años.Tintapujo me abrió las puertas en su edición de microcuentos “Textículos” este 2025 y ahora, hallevado de la mano a estos “Niños de Nadie” por este nuevo camino que se me presenta. by Floriman Bello Forjonell (poémese)

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Feliz Cumpleaños. Un cuento de Catalina Parrado

El aroma a café mañanero provoca en mí la ansiedad bruta de enfrentar una nueva jornada.Cojo la bata y me dirijo a la cocina con lentitud, puesto que el único momento agradable del día consiste en recorrer el largo y cálido pasillo que otorga gratos segundos para disfrutar la inocencia adulta, esa que una elige creer para ignorar la latente realidad que, por muy cotidiana que sea, sigo sin acostumbrarme a ella. Raúl es digno de admirar. Se levanta apenas despierta y en quince minutos ya utilizó la ducha, vistiendo su clásica elegancia desde que nos casamos, con un dulce desayuno listo en mesa para recibirme junto a regalos. No puedo evitar amarlo y envidiarlo al mismo tiempo. ¿Qué debo hacer para sentirme como él?, ¿será un tema de tiempo o deberé aumentar las sesiones de terapia? Quizás no está en mi ADN la superación personal, pero tampoco es como si hubiese un manual que te guíe al camino de la felicidad, olvidando las responsabilidades propias de la vida y dejando atrás la nostálgica adolescencia que, si bien me reconforta, también me estanca. La oficina siempre igual, con los mismos rostros y la tarea habitual. Pareciera que sólo yo reconozco la monotonía del lugar. Mariela todos los días llega y se va con sus labios rojizos perfectamente delineados que protegen una espléndida sonrisa. ¿Será sólo una imagen fingida o realmente le nacerá su actitud? Deseo imitarla, pero también me conozco y sé que por dentro no es estar en sus zapatos lo que quiero. El equipo me saluda y celebra con una bondad genuina que busca en mí la aprobación moral del momento. Soy recíproca y les agradezco, contando los minutos para ir al baño y llorar en paz sin entenderme. Tarde o temprano me hundiré más y más en la infinita travesía de lograr madurar hasta por fin, algún día, aliviar este insaciable anhelo de vivir sin culpa la edad que tengo. Catalina Parrado (1999) Nació en Rancagua, Chile. Estudió Contabilidad y Auditoría en la universidad Diego Portales y actualmente dedicarse al rubro del control interno en la industria de seguros, residiendo en Santiago de Chile. Desde la adolescencia desarrolló interés y habilidad por la escritura, realizando relatos y cuentos cortos hasta el día de hoy, explorando la realidad social en primera persona, siempre desde un punto de vista psicológico y emocional. Ha participado en diversas antologías de cuentos bajo editoriales internacionales como Palabra Herida y Komala, como también publicado su primera compilación de relatos “Siénteme” (2024) en la plataforma digital InDream. Adicionalmente parte de su trabajo puede encontrarse en el tomo I de “Textículos” (2025) de la Editorial Tintapujo.

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